Relatar los aspectos más importantes de la vida de Monterrey desde sus pobladores originales hasta la actual ciudad globalizada
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viernes, 17 de diciembre de 2010
EL NACIMIENTO DE JESUCRISTO
miércoles, 15 de diciembre de 2010
PRESENTAIÓN DEL LIBRO "ECOS Y COLORES DE LA COLONIA INDEPENDENCIA"
jueves, 25 de noviembre de 2010
INICIAN TRABAJOS PARA RESCATAR LA HISTORIA SEPULTADA DE LA BATALLA DE MTY. DE 1846
jueves, 4 de noviembre de 2010
EL ATAQUE AL FORTÍN DE LA TENERÍA (5a Parte)
Las estrechas calles que desembocaban en el fortín de las Tenerías fueron sepulcro de una gran cantidad de soldados estadounidenses, quienes a primera instancia se mostraron sorprendidos por la metralla mexicana. Raúl Martínez Salazar, notable investigador de la guerra México-Estados Unidos, menciona que la inesperada capacidad de respuesta de las armas mexicanas y las sensibles bajas sufridas sin aun poder ver la cara del enemigo, desconcertó a los atacantes que rompiendo filas en completo desorden buscaron protección en cualquier sitio que los guarneciera de la granizada de metralla y bombas que caía sobre ellos (Martínez, 2006, p. 4).
Sin embrago, una segunda carga más organizada del ejército invasor, así como la falta de auxilio del cuartel general y el cansancio de las tropas mexicanas provocaron que finalmente el fortín de las Tenerías cayera en manos de los soldados norteamericanos. El intenso asedio de las tropas extranjeras a este fortín duró cerca de cinco horas (desde las siete de la mañana hasta el mediodía) y permitió a los angloamericanos posesionarse de un punto militar para atacar la ciudad desde su lado oriente.
Tras tomar el control del barrio de las Tenerías, los norteamericanos fijaron en su mira capturar el fortín bautizado como “del Diablo”, ubicado a unos doscientos metros de las Tenerías. La resistencia que mostraron los defensores mexicanos en este fortín y la retirada norteamericana se ve reflejada en el informe del general Taylor:
“El general Butler con el 1º regimiento de Ohio entraron a la ciudad por un punto más a la izquierda y marcharon en dirección de la Batería No. 2 (fortín del Diablo). Mientras estudiaba la posibilidad de capturar esta segunda posición por asalto, resultó herido y ordenado abandonar el frente. Dada la resistencia de la Batería No. 2 (fortín del Diablo) y el constante disparo de mosquetes que flanqueaban sus proximidades, resultaba imposible tomarlo sin considerables bajas, por ello el 1º regimiento de Ohio fue retirado de la ciudad.[2]
Tras fracasar en su intento por capturar los fortines del Diablo y el puente de la Purísima, y ordenar el retiro de las tropas a las Tenerías, el general Taylor comprendió que para lograr tomar el control de Monterrey era necesaria paciencia, inteligencia y sobre todo tiempo. El día 21 de septiembre concluyó con el invasor tomando posiciones en el oriente de la plaza, y en el occidente amenazando el cerro del Obispado. Las letras de Zachary Taylor en su informe fueron más que suficiente para expresar el baño de sangre que había acontecido en la ciudad: “una de las fortificaciones avanzadas del enemigo fue capturada y ahora teníamos ya un pie en la ciudad. Pero esto no había sido logrado sin una grave pérdida de hombres, la cual comprendía algunos de nuestros oficiales más galantes y prometedores.[3] Los habitantes de la ciudad durmieron bajo la sombra de la guerra y la muerte.
[1] Ahmed Valtier. Fatídico asalto a Monterrey, en Revista Atisbo, No. 4, p. 20
[2] Thorpe, Thomas. Our army at Monterrey, informe de las batallas de Monterrey por el general Zachary Taylor (traducción Pablo García González), p.p. 155-164
[3] Thorpe, Thomas. Our army at Monterrey, informe de las batallas de Monterrey por el general Zachary Taylor (traducción Pablo García González), p.p. 155-164
viernes, 15 de octubre de 2010
¿EL SITIO DE MONTERREY O LAS BATALLAS DE MONTERREY DE 1846?
[1] Ahmed Valtier. “¡Ya nos cargó Satanás…!”. Siete cartas inéditas y su contexto en la invasión norteamericana, en Humanitas. UANL, Monterrey, 2005, p. 701
En el reporte oficial de las batallas de Monterrey que el general norteamericano Zachary Taylor entregó al Congreso, refiere la siguiente información sobre la llegada del ejército angloamericano a las inmediaciones de la ciudad:
“a nuestra llegada a los barrios de la ciudad en la mañana del día 19 de septiembre, este presentimiento (que los mexicanos defenderían a sangre y fuego Monterrey) fue totalmente confirmado. Fue corroborado que se había establecido el enemigo en la ciudad a la fuerza; que se había construido una gran estructura defendiendo el lado norte; y que el Palacio del Obispado y algunas lomas de las proximidades del camino a Saltillo habían sido fortificadas y ocupado por las tropas y artillería. Era ya sabido por informaciones recibidas previamente, que las proximidades al este de la ciudad eran protegidas por pequeños fuertes en el límite más bajo de la ciudad.[1]
Acuartelado en la catedral de Monterrey, el general Pedro de Ampudia esperaba los embates del ejército invasor. Es preciso señalar que el edificio de la catedral se convirtió en el centro de operaciones del ejército mexicano durante las batallas de Monterrey, además de fungir como depósito de suministros, armas, y alimentos. Roberto Jorge Rodríguez Lozano notable relator de la historia de la catedral, refiere que casi 20 mil libras de pólvora habían sido almacenadas en la nave principal del edificio, por lo que algún proyectil que hubiese atravesado la cúpula o los muros hubieran provocado una verdadera catástrofe (Rodríguez, 2004, p. 29).
Según se refiere en las crónicas de militares de ambos lados, y testigos presenciales de las batallas, los combates iniciaron el día 20 de septiembre cuando la artillería mexicana de grueso calibre ubicada en el fortín de la Ciudadela al norte de la plaza comenzó a disparar ante los movimientos de las columnas invasoras.
El general Zachary Taylor menciona en su ya referido informe que se establecieron a tres millas de Monterrey en el sitio que ellos bautizaron como el “Walnut Springs” (Arroyo del Nogalar). Desde allí ordenó a las dos de la tarde del domingo 20 de septiembre la salida de una columna al mando del general brigadier William J. Worth para tomar el cerro del Obispado, bloquear el camino a Saltillo y ocupar las fortificaciones ubicadas al occidente de la ciudad.[2] Tal maniobra fue descubierta, y por orden del general Ampudia se destacaron 200 dragones sobre este punto que sumados a los defensores ya existentes podían defender más eficientemente este cerro.
[1] Thorpe, Thomas. Our army at Monterrey, informe de las batallas de Monterrey por el general Zachary Taylor (traducción Pablo García González), p.p. 155-164
[2] Thorpe, Thomas. Our army at Monterrey, informe de las batallas de Monterrey por el general Zachary Taylor (traducción Pablo García González), p.p. 155-164
martes, 21 de septiembre de 2010
LA BATALLA DE MONTERREY. HÉROES ANÓNIMOS DE 1846
Queremos gradecer a coleccionistas locales, como Ahmed Valtier, Pablo Ramos, Luis Rafael Rodríguez, Fermín Téllez, Ismael Flores y en especial al Museo de la Batalla de la Angostura de Saltillo por su valiosa colaboración para la celebración de este suceso.
La Exposición estará exhibiéndose hasta el mes de diciembre de 2010. La entrada al Museo es gratuita, y estamos ubicados en el Museo Metropolitano de Monterrey (Zaragoza e Hidalgo, centro de Mty.). Los horarios son de 10 am a 6 pm con entrada libre para todo público. A la para tenemos una Sala permanente de historia de Monterrey y una Sala Temporal sobre las tradiciones e historia de la Colonia Independencia.
Saludos y Bendiciones de lo Alto!
viernes, 30 de julio de 2010
La invasión norteamericana toca suelo regiomontano (parte 3)
Ante la inminencia de un ataque militar angloamericano a Monterrey, el general Pedro de Ampudia solicitó con mayor apuro el envío de hombres habilitados de palas, barras y azadones para construir obras de defensa; decretó algunas disposiciones a favor del pueblo para que los comerciantes no abusaran en los precios y activó la leva a fin de contar con el mayor número posible de individuos para la defensa. El 15 de septiembre, seis días antes del ataque a la ciudad, envía una circular a los alcaldes nuevoleoneses para que sí se llegase a presentar algún desertor del ejército norteamericano en sus jurisdicciones lo remitieran al cuartel general. De manera adjunta, incluyó una orden traducida al inglés la cual tiene por objeto hacer entender a los soldados invasores que deseen abandonar “aquella bandera” y de la buena disposición con que serán acogidos por el pabellón mexicano.
La ciudad vivía momentos inéditos de su historia, ya que nunca un conflicto armado había tocado las fibras sensibles del regiomontano. Con el ejército norteamericano a las puertas de la capital nuevoleonesa “la ciudad tomaba el aspecto severo e imponente de una plaza guerrera”. Sotero Noriega, testigo presencial de los hechos nos narra de manera dramática los hechos acontecidos en Monterrey previos al ataque norteamericano a la capital de Nuevo León:
La ciudad fue fortificada primero por el oriente construyéndose cuatro fortines: el de Tenerías ubicado en el barrio del mismo nombre, por el antiguo camino a Marín; el del Diablo ubicado a
El plan original de defensa de la plaza de Monterrey se sustentaba en presentar combate en el paraje conocido como Papagayos al norte de la ciudad, ya que en caso de retirada, el terreno daba ventajas para llegar a salvo a Marín. Ante el rechazo de
Las batallas de Monterrey iniciaron justo cuando la ciudad celebraba 250 años de su fundación. Las familias habían abandonado la ciudad “vertiendo lágrimas por sus deudos y con el terror en sus semblantes.[3] El historiador Ahmed Valtier refiere que el miedo latente de quedar atrapados en medio de la batalla provocó que muchas familias regiomontanas huyeran de la ciudad en busca de refugio, ya fuere en fincas en los alrededores o con familiares a otros poblados.[4]
[1] José Sotero Noriega, “El Sitio de Monterrey”, en González, Miguel y Morado César, Monterrey Ocupado. Fondo Editorial Nuevo León, Monterrey, 2005, p. 174
[2] Este fortín abarcaba las actuales calles de Juárez, Tapia, Guerrero e Isaac Garza.
[3] José Sotero Noriega, “El Sitio de Monterrey”, en González, Miguel y Morado César, Monterrey Ocupado. Fondo Editorial Nuevo León, Monterrey, 2005, p. 174
[4] Ahmed Valtier. María Josefa Zozaya, la heroína de la batalla de Monterrey, en Revista Atisbo, No. 10, p. 24
jueves, 15 de julio de 2010
LAS GRANDES INUNDACIONES EN MONTRREY
Aunque ahora se cuenta con un freno para las aguas, la Presa Rompepicos,
se dice que el Santa Catarina despierta cada ciclo de 20 a 30 años: 1909,
1938, 1967 y 1988.
viernes, 4 de junio de 2010
La invasión norteamericana toca suelo regiomontano (parte 2)
El 6 de agosto de 1846 se dio en la capital del país un golpe federalista al gobierno en turno, el cual fue encabezado por Valentín Gómez Farías y el general Mariano Salas, que permitiría el regreso a la cumbre política del general Antonio López de Santa Anna. Esta declaración promovía la restauración de la Constitución de 1824 y los principios federales con que habían sido concebidos desde su erección los Estados Unidos Mexicanos. Para algunos historiadores, este movimiento provocó que sus coletazos llegaran a Nuevo León promoviendo en el mando del ejército del norte a un general leal a Santa Anna, de escasa valentía, y abundante propensión al abuso y a la violencia: nos referimos al general Pedro de Ampudia (González-Morado, 2006, pp. 13-14).
A pesar del rechazo de buena parte de los militares, el descontento de los políticos nuevoleoneses y de la molestia de la población, el general Ampudia anuncia su llegada a la ciudad, y que a pesar del pesimismo, no abandonaría a su suerte a los ciudadanos regiomontanos tal y como se rumoraba. A su llegada ejerció una serie de medidas que reflejarían su deseo por tomar el control de la situación:
Ya establecido en la ciudad, Ampudia toma el control militar y político del estado. El Alcalde 1º de Monterrey José María de la Garza, notificó a los alcaldes de San Nicolás de los Garza y de los Topos, de esta medida y que la ciudad capital estaba declarada en estado de sitio. Por tal motivo, "es preciso que se hagan en esta plaza acopios, de toda clase de efectos comestibles.
Como bálsamo en el desierto le llega la noticia acerca de una victoria obtenida por las armas nacionales en contra de una partida de angloamericanos, en el "Paso del Tlacuache", a márgenes del río Grande. Por lo que solicita al gobernador de la Mitra que por la mañana, "se de un repique de campanas a vuelo para solemnizar tan plausible acontecimientos que no puede menos que reanimar los ánimos de mejicanos que con armas en las manos, están preparados para escarmentar la osadía de la nación a que pertenecen esos bandidos.
Para los trabajos de edificación de fortines en Monterrey los ingenieros militares se vieron en la obligación de utilizar el material disponible. En ocasiones se utilizaban piedras de solares de particulares, o como en el caso de la fortificación de la llamada “Catedral Nueva” o “Ciudadela” fue necesario trasladar materia prima como el “guilote” y “pita de amarras” procedente del Topo Grande. Para ello fueron convocados por el alcalde regiomontano todos los techadores libres que había disponibles en la ciudad.
CONTINUARÁ...
viernes, 21 de mayo de 2010
La invasión norteamericana toca suelo regiomontano (parte 1)
A partir de esta entrega, presentaré parte del trabajo que realizamos sobre las batallas de Monterrey en septiembre de 1846, como parte del proyecto de la Enciclpedia "Monterrey: origen y destino" que laboré en el TOMO III para el Municipio de Monterrey. Este tomo está por salir. Esta es la primera entrega del tema que anteriormente referí.
LOS NORTEAMERICANOS AVANZAN HACIA MONTERREY
Declarada la guerra entre México y los Estados Unidos en mayo de 1846, el gobernador de Nuevo León solicitó a los alcaldes la organización de una milicia cívica nuevoleonesas que combatiría las fuerzas norteamericanas que habían invadido territorio nacional, y sería integrada “por todo nuevoleonés desde la edad de dieciocho años hasta los cincuenta años.” Esta milicia exceptuaría de la lista a los eclesiásticos seculares y regulares, a los sirvientes domésticos y de las haciendas. Además, estaría bajo la autoridad del gobernador, siendo los ayuntamientos y juntas municipales los encargados de abrir la lista de reclutamiento.[1]
Algunos municipios se vieron en serios aprietos para organizar las milicias locales tales como Apodaca y Punta de Lampazos, pero en el caso de Monterrey el alcalde 1º José María de
Ante la fantasma de la guerra rondando en la región, hubo en la ciudad un mismo sentir contra el enemigo invasor. Mientras el sector civil y militar se comprometió a salvar la tranquilidad de las ciudades y villas nuevoleonesas, el otro sector, el eclesiástico, cooperaría para la causa oficiando misas y oraciones que garantizaran el triunfo de las armas nacionales.[3]
Tras los desastres militares en Palo Alto, Resaca de
Las labores de fortificación de la ciudad de Monterrey iniciaron bajo el comando del general Francisco Mejía, quien interinamente se encargaba del mando militar del ejército del norte. De la misma manera, para las labores de fortificación de la plaza fueron alistados los vagos y viciosos de los pueblos y villas de Nuevo León. Muestra de ello es el anuncio del alcalde de Cerralvo fechado el 4 julio de 1846, el cual notificaba a la autoridad militar de la ciudad que los vagos capturados en esa villa serían remitidos a Monterrey para su utilidad en las labores de fortificación de la plaza.[4]
[1] AGENL., Colección: Correspondencia Alcaldes, Cerralvo, Caja 13, 4 de julio de 1846
[2] AGENL, Colección: Correspondencia de Alcaldes, Monterrey, Caja 32, 4 de junio de 1846
[3] AHM, Colección: Guerra México-EEUU, Volumen: 1, Expediente: 1, Folio: 2
[4] AGENL, Colección: Periódico Oficial, Semanario Político, 22 de junio de 1846
[5] AHM, Colección: Guerra México-EEUU, Volumen: 1, Expediente: 1, Folio: 1
jueves, 29 de abril de 2010
AGUSTÍN DE ITURBIDE: ¿LIBERTADOR DE MÉXICO?
En el marco de los festejos del Bicentenario de la Independencia, es necesario creo yo, poner puntos en la balanza sobre el contenido de nuestra historia. Como parte de nuestra educación escolar, se nos ha enseñando a adjetivizar la historia y a sus protagonistas. Tal es el caso que tenemos en mente un sinfin de personajes que por el solo hecho de ser ridiculizados y rechazados por lo que los historiadores llamamos "historia de bronce" (dedicada a reconocer a personajes ganadores y a villanizar a los perdedores de la historia), hemos juzgado ya, sin un análisis minuosioso, a los hombres y mujeres de carne y hueso que estuvieron en el escenario nacional tomando desiciones correctas y equivocadas.
En lo personal, Agustín de Iturbide es un personaje que ha sido desechado por la historia patria a tal grado que decretos presidenciales (como el de Luis Echeverría durante su gobierno) han opacado su figura y han desvirtuado sus hazañas.
Iturbide, un criollo de la época independencista, nació en Valladolid (hoy Morelia) en el marco de una familia prominente de aquella ciudad. Desde su niñez se destacó como jinete y en las labores agrícolas. En su juventud se incorporó a la milicia donde destacaría años después.
Pariente segundo de Miguel Hidalgo y Costilla por la línea materna, fue invitado por este a incorporarse al ejército insurgente encabezado por el referido cura. Al negarse a participar en la insurgencia, Iturbide fue pieza clave an varias victorias realistas en contra de los ejércitos de Hidalgo, Morelos y Mariano Matamoros.
Su rapacidad para realizar la guerra, la valió la fama de sanguinario y corrupto por sus oponentes. Castigado por sus excesos fue separado de la milicia entre 1817 y 1820. Promovido al puesto de comandante del sur del ejército realista por su amante "la Güera Rodríguez", promulgó el Plan de Iguala en donde desconocía el antiguo régimen virreinal y declaraba la independencia mexicana. Su gran capacidad negociadora y su astucia para el diálogo le permitió unir, por pirmera vez, a los principales actores de la sociedad novohispana (incluyendo a los insurgentes).
Una vez lograda la independencia el 28 de septiembre de 1821, Iturbide fue coronado emperador de México en 1822, abdicando al año siguiente por problemas con el Congreso, levantamientos armados y revueltas políticas.
Exiliado en Europa, regresa al país en julio de 1824. Un decreto del Congreso Nacional, que lo declaraba traidor a la patria, lo hizo reo de muerte, muriendo fusilado el 19 de julio de 1824 en Padilla, Tamaulipas. Sus restos se localizan en la catedral de México, esperando que la historia (y los historiadores) le hagan un juicio justo en este 2010 sobre sus procederes, y que las voces que lo señalan como traidor, sanguinario y corrupto revisen su vida y callen ante la evidencia.
P.D. En este 2010, el nombre de Agustín de Iturbide debe estar mencionado en las celebraciones sobre el Bicentenario como el consumador de lo que inició Hidalgo en 1810. Me quedo con las palabras del historiador Torres Cuevas "en los mexicanos hay dos odios ancentrales al momento de hablar de historia: el de hablar del padre de la nacionalidad mestiza (Hernán Cortés) y el de hablar del padre de la patria mexicana (Agustín de Iturbide). Y tu que opinas?.
La
miércoles, 24 de marzo de 2010
EL VERDADERO AGAPITO TREVIÑO
En este contexto se ubicaba la figura de Agapito Treviño, quien tras varias capturas y fugas fue fusilado en la plaza del Mercado (hoy plaza Hidalgo) de la ciudad de Monterrey en el año de 1854. El documento se encuentra localizado en el Archivo Histórico de Monterrey, Colección Correspondencia, Volumen 90, Expediente 10, Folio 2.
“Antonio Hernández: originario de sombrerete, y vecino de Párras, soltero comerciante y de 23 años de edad: es de cuerpo regular, delgado, barba cerrada, sin patilla, blanco, algo descolorido, nariz apericada, ojos chicos pardos: boca regular, pelo negro corto: viste decente de pantalón y chaqueta de paño, chaleco de seda y sombrero alemán aplomado. No tiene señas particulares.
Agapito Treviño: (alias Caballo-Blanco) natural y vecino de esta capital, soltero y de 23 años de edad: es alto, musculoso, bastante trigueño, ojos negros chicos, pelo negro, lizo, nariz grande gruesa algo chata, boca grande, lampiño.- Monterrey, Octubre 19 de 1852.- Miguel Nieto, Santiago Vidaurri (Secretario).”
lunes, 22 de febrero de 2010
EL ESCUDO DE ARMAS DE LA CIUDAD DE MONTERREY
Las características del escudo aprobado son las siguientes: Dentro de un marco oval en esmaltes naturales, aparece la escena de un árbol junto a un indio que está flechando al sol, que surge tras el Cerro de la Silla. Dos indios, ataviados de huipil y penacho, y armados de arco y flecha, sirven de soporte al conjunto, que aparece en un lienzo blanco recortado también en forma oval y cuyos extremos superiores caen hacia atrás. Seis banderas blancas le sirven de fondo, dispuestas tres a cada lado y caen sobre los trofeos militares, cañones, balas y tambores. Abajo tiene una banda de gules con la leyenda “Ciudad de Monterrey”; todo está timbrado con una corona condal, referencia al título nobiliario de don Gaspar de Zúñiga y Acevedo conde de Monterrey, noveno virrey de la Nueva España, en honor de quien lleva el nombre de la ciudad.
En el año de 1867 el Ayuntamiento de Monterrey había cambiado su nombre característico por el de Republicano Ayuntamiento de Monterrey, tras el triunfo de las fuerzas republicanas en contra del imperio de Maximiliano de Habsburgo. Años después, el 30 de octubre de 1899, el cabildo regiomontano mandó quitar la corona del escudo de armas, y en su lugar fue puesto el gorro frigio, por considerar que simbolizaba la libertad y la república.
El historiador Carlos Pérez Maldonado, el 8 de mayo de 1944, propuso al Ayuntamiento, representado por el ciudadano Constancio Villarreal, que corrigiera el Escudo de Armas de la ciudad de Monterrey, por traer graves errores como las banderas tricolores en lugar de blancas, el gorro frigio en lugar de la corona condal original, el nombre de República Mexicana en lugar de Ciudad de Monterrey.
Un cambió contemporáneo en el escudo fue la integración del lema de la ciudad. En la sesión de Cabildo del 12 de julio de 1989, el regidor Cruz Cantú Cantú propuso la creación del lema de Monterrey. El 16 de agosto del mismo año se tomó el acuerdo para que se publicara la convocatoria al público regiomontano; y el 29 de septiembre se declaró triunfador al profesor Samuel Rodríguez Hernández con el lema: “El Trabajo Templa el Espíritu”.
Finalmente, durante la administración municipal 2006-2009, el Cabildo regiomontano aprobó en sesión ordinaria el Reglamento del Escudo de Armas del municipio de Monterrey el 14 de noviembre de 2007, el cual protegerá su uso en las dependencias municipales. El reglamento, en su capítulo cuatro, refiere lo siguiente:
El escudo de armas debe tener las siguientes características:
- I.- Un marco oval en esmaltes naturales, la escena de un árbol y junto a éste un indio flechando a un sol de gules, que surge tras el Cerro de la Silla;
- II.- Aparecen también dos indios ataviados con huipil, penacho y armados de arco y flecha, que sirven de soporte al conjunto que aparece en un lienzo blanco, recortado, también en forma oval, y cuyos extremos superiores caen hacia atrás;
- III.- Cuenta con seis banderas blancas al fondo, dispuestas tres a cada lado, cayendo sobre los trofeos militares cañones, balas y tambores;
- IV.- En la parte de abajo tiene una banda de gules con la leyenda “Ciudad de Monterrey”; y
- V.- Todo está timbrado con una corona condal.
jueves, 4 de febrero de 2010
EL PALACIO DEL OBISPADO DE MONTERREY
Situado en la Loma de Vera, el Palacio del Obispado es uno de los íconos arquitectónicos del noreste de México, y es además la construcción más antigua de la ciudad de Monterrey.
Hacia 1787 empieza a construir el Palacio del Obispado, o de nuestra señora de Guadalupe como también se le conoció, en la Loma de Vera localizada en ese entonces en las afueras de la ciudad al poniente de la misma. Esta construcción se proyectó sería la casa oficial del Obispo en turno.
En su edificación se utilizaron básicamente sillares muy grandes de extraordinaria calidad, procedentes de esta misma Loma. Según los documentos de la época, en tres años se terminó el obraje, con excepción de la cúpula que se concluyó hacia el año de 1797. Todo parece indicar que fue el propio obispo Verger quien se encargo del diseño del edificio, y que José Moriño Sotelo fuera el responsable de coordinar los trabajos que probablemente fueron realizados por canteros, talladores y otros magníficos artífices de origen tlaxcalteca, y su estilo corresponde al barroco europeo.
Tras el abandono del edificio por parte de la comunidad religiosa, el palacio, abandonado y falto de mantenimiento, fue utilizado como cuartel durante la época de la independencia, lo que provocó que se le agregaran cañones en 1816. El comandante realista Joaquín de Arredondo lo utilizó como base para combatir a las fuerzas insurgentes.
Durante la invasión norteamericana a Monterrey en 1846, los soldados mexicanos resistieron los embates de las brigadas del general John Worth, quien finalmente conquistó esta loma para la causa norteamericana el 22 de septiembre de ese año, dando pie así a la creación del lema popular que en ese tiempo cobró mucha fama: “quien controla el Obispado, controla la ciudad de Monterrey”.
Para agosto de 1888, fue declarado el edificio como propiedad federal instalándose así un hospital, en donde se atendió a los enfermos de fiebre amarilla durante la terrible epidemia que azotó a Monterrey a fines del siglo XIX e inicios del XX. En cuanto al terreno adyacente, éste fue enajenado por el gobierno estatal.
Durante el Porfiriato, las proximidades de la Loma del Obispado se convirtieron en un paseo público. Comenzaron entonces los planes para la rehabilitación del edificio. Sin embargo el estallido de la Revolución Mexicana, y su uso de sitio para la práctica de tiro al blanco por las fuerzas federales y los revolucionarios deterioraron más el inmueble. Aunado a ello, se instaló un cabaret en sus instalaciones durante los años siguientes promovido por las autoridades revolucionarias anticlericales.
Fue declarado monumento colonial el 8 de diciembre de 1932, pero estuvo varios años sin uso definido, hasta que se restauró en la década de 1950 con la intención de instalar ahí el Museo Regional de Historia de Nuevo León, el cual fue inaugurado el 20 de septiembre de 1956, labor que aun desempeña en beneficio de las familias regiomontanas.