(La Batalla de Monterrey en 1846. El ataque al roeinte de la ciudad el día 21 de Septiembre)
... Las batallas más sangrientas se llevaron a cabo en el lado oriente de la ciudad, específicamente en el fortín conocido como “de la Tenería”. En este lugar las tropas mexicanas defendieron a sangre y fuego esta entrada de la ciudad ante unos norteamericanos obsesionados con marchar “hacia la boca de los cañones”. Según refiere el historiador Ahmed Valtier cerca de cuatro quintas partes de las pérdidas en el lado americano ocurrieron durante los combates de las Tenerías el día lunes 21 de septiembre.[1]
Las estrechas calles que desembocaban en el fortín de las Tenerías fueron sepulcro de una gran cantidad de soldados estadounidenses, quienes a primera instancia se mostraron sorprendidos por la metralla mexicana. Raúl Martínez Salazar, notable investigador de la guerra México-Estados Unidos, menciona que la inesperada capacidad de respuesta de las armas mexicanas y las sensibles bajas sufridas sin aun poder ver la cara del enemigo, desconcertó a los atacantes que rompiendo filas en completo desorden buscaron protección en cualquier sitio que los guarneciera de la granizada de metralla y bombas que caía sobre ellos (Martínez, 2006, p. 4).
Sin embrago, una segunda carga más organizada del ejército invasor, así como la falta de auxilio del cuartel general y el cansancio de las tropas mexicanas provocaron que finalmente el fortín de las Tenerías cayera en manos de los soldados norteamericanos. El intenso asedio de las tropas extranjeras a este fortín duró cerca de cinco horas (desde las siete de la mañana hasta el mediodía) y permitió a los angloamericanos posesionarse de un punto militar para atacar la ciudad desde su lado oriente.
Tras tomar el control del barrio de las Tenerías, los norteamericanos fijaron en su mira capturar el fortín bautizado como “del Diablo”, ubicado a unos doscientos metros de las Tenerías. La resistencia que mostraron los defensores mexicanos en este fortín y la retirada norteamericana se ve reflejada en el informe del general Taylor:
“El general Butler con el 1º regimiento de Ohio entraron a la ciudad por un punto más a la izquierda y marcharon en dirección de la Batería No. 2 (fortín del Diablo). Mientras estudiaba la posibilidad de capturar esta segunda posición por asalto, resultó herido y ordenado abandonar el frente. Dada la resistencia de la Batería No. 2 (fortín del Diablo) y el constante disparo de mosquetes que flanqueaban sus proximidades, resultaba imposible tomarlo sin considerables bajas, por ello el 1º regimiento de Ohio fue retirado de la ciudad.[2]
Tras fracasar en su intento por capturar los fortines del Diablo y el puente de la Purísima, y ordenar el retiro de las tropas a las Tenerías, el general Taylor comprendió que para lograr tomar el control de Monterrey era necesaria paciencia, inteligencia y sobre todo tiempo. El día 21 de septiembre concluyó con el invasor tomando posiciones en el oriente de la plaza, y en el occidente amenazando el cerro del Obispado. Las letras de Zachary Taylor en su informe fueron más que suficiente para expresar el baño de sangre que había acontecido en la ciudad: “una de las fortificaciones avanzadas del enemigo fue capturada y ahora teníamos ya un pie en la ciudad. Pero esto no había sido logrado sin una grave pérdida de hombres, la cual comprendía algunos de nuestros oficiales más galantes y prometedores.[3] Los habitantes de la ciudad durmieron bajo la sombra de la guerra y la muerte.
[1] Ahmed Valtier. Fatídico asalto a Monterrey, en Revista Atisbo, No. 4, p. 20
[2] Thorpe, Thomas. Our army at Monterrey, informe de las batallas de Monterrey por el general Zachary Taylor (traducción Pablo García González), p.p. 155-164
[3] Thorpe, Thomas. Our army at Monterrey, informe de las batallas de Monterrey por el general Zachary Taylor (traducción Pablo García González), p.p. 155-164
Las estrechas calles que desembocaban en el fortín de las Tenerías fueron sepulcro de una gran cantidad de soldados estadounidenses, quienes a primera instancia se mostraron sorprendidos por la metralla mexicana. Raúl Martínez Salazar, notable investigador de la guerra México-Estados Unidos, menciona que la inesperada capacidad de respuesta de las armas mexicanas y las sensibles bajas sufridas sin aun poder ver la cara del enemigo, desconcertó a los atacantes que rompiendo filas en completo desorden buscaron protección en cualquier sitio que los guarneciera de la granizada de metralla y bombas que caía sobre ellos (Martínez, 2006, p. 4).
Sin embrago, una segunda carga más organizada del ejército invasor, así como la falta de auxilio del cuartel general y el cansancio de las tropas mexicanas provocaron que finalmente el fortín de las Tenerías cayera en manos de los soldados norteamericanos. El intenso asedio de las tropas extranjeras a este fortín duró cerca de cinco horas (desde las siete de la mañana hasta el mediodía) y permitió a los angloamericanos posesionarse de un punto militar para atacar la ciudad desde su lado oriente.
Tras tomar el control del barrio de las Tenerías, los norteamericanos fijaron en su mira capturar el fortín bautizado como “del Diablo”, ubicado a unos doscientos metros de las Tenerías. La resistencia que mostraron los defensores mexicanos en este fortín y la retirada norteamericana se ve reflejada en el informe del general Taylor:
“El general Butler con el 1º regimiento de Ohio entraron a la ciudad por un punto más a la izquierda y marcharon en dirección de la Batería No. 2 (fortín del Diablo). Mientras estudiaba la posibilidad de capturar esta segunda posición por asalto, resultó herido y ordenado abandonar el frente. Dada la resistencia de la Batería No. 2 (fortín del Diablo) y el constante disparo de mosquetes que flanqueaban sus proximidades, resultaba imposible tomarlo sin considerables bajas, por ello el 1º regimiento de Ohio fue retirado de la ciudad.[2]
Tras fracasar en su intento por capturar los fortines del Diablo y el puente de la Purísima, y ordenar el retiro de las tropas a las Tenerías, el general Taylor comprendió que para lograr tomar el control de Monterrey era necesaria paciencia, inteligencia y sobre todo tiempo. El día 21 de septiembre concluyó con el invasor tomando posiciones en el oriente de la plaza, y en el occidente amenazando el cerro del Obispado. Las letras de Zachary Taylor en su informe fueron más que suficiente para expresar el baño de sangre que había acontecido en la ciudad: “una de las fortificaciones avanzadas del enemigo fue capturada y ahora teníamos ya un pie en la ciudad. Pero esto no había sido logrado sin una grave pérdida de hombres, la cual comprendía algunos de nuestros oficiales más galantes y prometedores.[3] Los habitantes de la ciudad durmieron bajo la sombra de la guerra y la muerte.
[1] Ahmed Valtier. Fatídico asalto a Monterrey, en Revista Atisbo, No. 4, p. 20
[2] Thorpe, Thomas. Our army at Monterrey, informe de las batallas de Monterrey por el general Zachary Taylor (traducción Pablo García González), p.p. 155-164
[3] Thorpe, Thomas. Our army at Monterrey, informe de las batallas de Monterrey por el general Zachary Taylor (traducción Pablo García González), p.p. 155-164
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