CUARTA PARTE...
Aunque la historiografía local, nacional e inclusive estadounidense mencionan como “el sitio de Monterrey” a las batallas ocurridas por el control de la ciudad entre el ejército mexicano y norteamericano durante los días del 21 al 24 de septiembre de 1846, la realidad fue que el general Taylor y sus oficiales no tenían la intención de sitiar Monterrey estableciéndose por varios días en los alrededores, cortando toda comunicación militar, y forzando la rendición total de los defensores después de un largo acecho. Por el contrario, ellos planeaban una batalla rápida por medio de la cual se tomara el control de la plaza atacándola certeramente por varios frentes, en especial por la zona occidental de la misma.
Además, para corroborar esta idea existen evidencias documentales de que los defensores mantuvieron comunicación con los municipios del centro sur de Nuevo León durante los días que duró el conflicto armado. Según Ahmed Valtier, investigador reconocido del tema, menciona que en las aldeas y villas más cercanas de Monterrey, la gente aguardaba con ansias las noticias y reportes sobre los hechos bélicos. “El camino hacia Villa de Santiago”, refiere Valtier, “continuaba abierto y por lo tanto la comunicación con el sur proseguía. Correos eventualmente se arriesgaban a salir en aquella dirección para llevar informes de los acontecimientos a Villa de Santiago, que a su vez retransmitían a Montemorelos y Linares.[1]
[1] Ahmed Valtier. “¡Ya nos cargó Satanás…!”. Siete cartas inéditas y su contexto en la invasión norteamericana, en Humanitas. UANL, Monterrey, 2005, p. 701
En el reporte oficial de las batallas de Monterrey que el general norteamericano Zachary Taylor entregó al Congreso, refiere la siguiente información sobre la llegada del ejército angloamericano a las inmediaciones de la ciudad:
“a nuestra llegada a los barrios de la ciudad en la mañana del día 19 de septiembre, este presentimiento (que los mexicanos defenderían a sangre y fuego Monterrey) fue totalmente confirmado. Fue corroborado que se había establecido el enemigo en la ciudad a la fuerza; que se había construido una gran estructura defendiendo el lado norte; y que el Palacio del Obispado y algunas lomas de las proximidades del camino a Saltillo habían sido fortificadas y ocupado por las tropas y artillería. Era ya sabido por informaciones recibidas previamente, que las proximidades al este de la ciudad eran protegidas por pequeños fuertes en el límite más bajo de la ciudad.[1]
Acuartelado en la catedral de Monterrey, el general Pedro de Ampudia esperaba los embates del ejército invasor. Es preciso señalar que el edificio de la catedral se convirtió en el centro de operaciones del ejército mexicano durante las batallas de Monterrey, además de fungir como depósito de suministros, armas, y alimentos. Roberto Jorge Rodríguez Lozano notable relator de la historia de la catedral, refiere que casi 20 mil libras de pólvora habían sido almacenadas en la nave principal del edificio, por lo que algún proyectil que hubiese atravesado la cúpula o los muros hubieran provocado una verdadera catástrofe (Rodríguez, 2004, p. 29).
Según se refiere en las crónicas de militares de ambos lados, y testigos presenciales de las batallas, los combates iniciaron el día 20 de septiembre cuando la artillería mexicana de grueso calibre ubicada en el fortín de la Ciudadela al norte de la plaza comenzó a disparar ante los movimientos de las columnas invasoras.
El general Zachary Taylor menciona en su ya referido informe que se establecieron a tres millas de Monterrey en el sitio que ellos bautizaron como el “Walnut Springs” (Arroyo del Nogalar). Desde allí ordenó a las dos de la tarde del domingo 20 de septiembre la salida de una columna al mando del general brigadier William J. Worth para tomar el cerro del Obispado, bloquear el camino a Saltillo y ocupar las fortificaciones ubicadas al occidente de la ciudad.[2] Tal maniobra fue descubierta, y por orden del general Ampudia se destacaron 200 dragones sobre este punto que sumados a los defensores ya existentes podían defender más eficientemente este cerro.
[1] Thorpe, Thomas. Our army at Monterrey, informe de las batallas de Monterrey por el general Zachary Taylor (traducción Pablo García González), p.p. 155-164
[2] Thorpe, Thomas. Our army at Monterrey, informe de las batallas de Monterrey por el general Zachary Taylor (traducción Pablo García González), p.p. 155-164
[1] Ahmed Valtier. “¡Ya nos cargó Satanás…!”. Siete cartas inéditas y su contexto en la invasión norteamericana, en Humanitas. UANL, Monterrey, 2005, p. 701
En el reporte oficial de las batallas de Monterrey que el general norteamericano Zachary Taylor entregó al Congreso, refiere la siguiente información sobre la llegada del ejército angloamericano a las inmediaciones de la ciudad:
“a nuestra llegada a los barrios de la ciudad en la mañana del día 19 de septiembre, este presentimiento (que los mexicanos defenderían a sangre y fuego Monterrey) fue totalmente confirmado. Fue corroborado que se había establecido el enemigo en la ciudad a la fuerza; que se había construido una gran estructura defendiendo el lado norte; y que el Palacio del Obispado y algunas lomas de las proximidades del camino a Saltillo habían sido fortificadas y ocupado por las tropas y artillería. Era ya sabido por informaciones recibidas previamente, que las proximidades al este de la ciudad eran protegidas por pequeños fuertes en el límite más bajo de la ciudad.[1]
Acuartelado en la catedral de Monterrey, el general Pedro de Ampudia esperaba los embates del ejército invasor. Es preciso señalar que el edificio de la catedral se convirtió en el centro de operaciones del ejército mexicano durante las batallas de Monterrey, además de fungir como depósito de suministros, armas, y alimentos. Roberto Jorge Rodríguez Lozano notable relator de la historia de la catedral, refiere que casi 20 mil libras de pólvora habían sido almacenadas en la nave principal del edificio, por lo que algún proyectil que hubiese atravesado la cúpula o los muros hubieran provocado una verdadera catástrofe (Rodríguez, 2004, p. 29).
Según se refiere en las crónicas de militares de ambos lados, y testigos presenciales de las batallas, los combates iniciaron el día 20 de septiembre cuando la artillería mexicana de grueso calibre ubicada en el fortín de la Ciudadela al norte de la plaza comenzó a disparar ante los movimientos de las columnas invasoras.
El general Zachary Taylor menciona en su ya referido informe que se establecieron a tres millas de Monterrey en el sitio que ellos bautizaron como el “Walnut Springs” (Arroyo del Nogalar). Desde allí ordenó a las dos de la tarde del domingo 20 de septiembre la salida de una columna al mando del general brigadier William J. Worth para tomar el cerro del Obispado, bloquear el camino a Saltillo y ocupar las fortificaciones ubicadas al occidente de la ciudad.[2] Tal maniobra fue descubierta, y por orden del general Ampudia se destacaron 200 dragones sobre este punto que sumados a los defensores ya existentes podían defender más eficientemente este cerro.
[1] Thorpe, Thomas. Our army at Monterrey, informe de las batallas de Monterrey por el general Zachary Taylor (traducción Pablo García González), p.p. 155-164
[2] Thorpe, Thomas. Our army at Monterrey, informe de las batallas de Monterrey por el general Zachary Taylor (traducción Pablo García González), p.p. 155-164